Editorial / "En el salón de París, voy allí a ver"

Es una frase que se oye casi tan a menudo como el sonido de las suelas sobre la moqueta de la RAI de Ámsterdam o el tintineo de las copas en los silenciosos pasillos de los numerosos pabellones franceses: "Voy allí a ver"

Después de tres dÃas deambulando por los pasillos del mayor salón mundial del equipamiento, esta frase se ha convertido en un mantra para muchos de los profesionales franceses que acuden al Paris Nautic Show âeuros sin exponer. Por elección estratégica, limitaciones presupuestarias o simplemente cansancio, algunos de ellos han trazado una lÃnea temporal bajo el stand, pero no bajo el evento. Porque a pesar de las crÃticas, las invitaciones y las comparaciones (a menudo halagadoras) con otros eventos, el salón parisino sigue siendo un acontecimiento que no hay que perderse por completo. Pasamos algún tiempo allÃ. Por costumbre. Por curiosidad. Por precaución.

"Voy allí a ver" significa todo y nada. Puede enmascarar un deseo sincero de tomar el pulso al mercado, como un reflejo profesional arraigado. También puede reflejar una necesidad de permanecer visible sin comprometerse: uno acude para reunirse con algunos contactos, para asegurarse de que nadie le ha quitado el puesto, de que sus competidores no brillan demasiado y de que, al final, no se está perdiendo nada.

Esta vacilación es indicativa de una tensión palpable en la industria náutica francesa: entre el apego a la tradición y la necesidad de adaptarse. París ya no es el espectáculo que era, pero sigue siendo un indicador. Una brújula. Y mientras haya profesionales que vayan "sólo para ver", es bueno que siga habiendo algo que ver en el salón, que pronto celebrará su centenario.

Más artículos sobre el tema