Editorial / Recursos humanos y formación: el otro campo de batalla de la industria náutica

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Durante mucho tiempo, la industria náutica ha sufrido una imagen paradójica: un sector atractivo por su entorno de trabajo y poco conocido por sus profesiones. Pero detrás de los cascos de composite y los motores de última generación, la industria náutica se enfrenta ahora a un reto mucho más acuciante que el de la transición energética: la escasez de mano de obra cualificada.

De los astilleros de Vendée a los talleres de La Ciotat, la tensión se ha vuelto estructural. Los perfiles escasean, ya sea para soldadores de aluminio, laminadores, electricistas navales o jefes de proyecto. Algunas empresas tienen las carteras de pedidos llenas, pero tienen dificultades para producir al ritmo previsto. En las zonas de empleo costeras, hay una fuerte competencia de otras industrias técnicas, sobre todo la aeroespacial, la energética y la de la construcción.

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Ante esta situación, la industria se está organizando. Las agrupaciones regionales, los centros de formación marítima y los centros técnicos están intensificando sus asociaciones con las escuelas de formación profesional y las escuelas de ingeniería. Se multiplican las iniciativas locales, como los campus de profesiones marítimas y los programas de trabajo-estudio dedicados al sector náutico. Pero las cifras siguen siendo insuficientes. El sector carece de visibilidad entre las generaciones más jóvenes, que a menudo se sienten atraídas por sectores con mayor cobertura mediática.

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Las empresas están adaptando sus estrategias. Algunas apuestan por la formación interna para fidelizar a personas procedentes de otros sectores industriales. Otras revisan sus métodos de producción: ergonomía, polivalencia, automatización parcial. El astillero del mañana ya no será sólo un taller, sino un espacio de aprendizaje continuo, donde las competencias se cultivan a medida que avanzan los proyectos.

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El reto es también cultural. Recuperar el deseo de construir, reparar y montar barcos en un mundo dominado por la tecnología digital. Hay que valorizar los oficios manuales, a menudo técnicos y siempre exigentes. Hacer comprender que un electricista, un jefe de taller de materiales compuestos o un mecánico contribuyen, a su manera, a la transformación ecológica del transporte marítimo y de la náutica de recreo.

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En los próximos años, la batalla de la contratación será decisiva. El sector náutico ya ha demostrado su capacidad para adaptarse a las crisis económicas y medioambientales. Ahora tendrá que afrontar el reto de pasar el testigo. Formar, atraer y retener: estas son las tres palabras clave que determinarán la competitividad y la longevidad de la industria.

Más que nunca, el futuro de la náutica también se jugará en tierra, en los talleres y las aulas.

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